FACHADA DE LA CASA DEL AJIMEZ



La casa del Ajimez es un bello ejemplo del arte mudéjar popular, uno de los legados de la dominación musulmana por nuestras tierras, fruto de la mezcla de las tres culturas que protagonizaron el medievo español.

Da valor a las calles que forman el casco histórico de la localidad de Zafra, y en particular a la calle Boticas donde se halla ubicada. Precisamente se otorgó ese nombre a la calle debido a que esta casa acogió las boticas de la localidad desde su construcción a finales del siglo XV hasta mediados del XVIII. Denominada “Botica del Mármol” por la existencia de una lápida de mármol de procedencia romana, que seguramente servía de mostrador y que actualmente puede verse en el patio.

La Casa del Ajimez toma nombre justamente a raíz del ajimez o ventana arqueada dividida por una columna marmórea que presenta la misma desde que se levantara el inmueble por albañiles mudéjares, herederos de los alarifes, maestros de obras y arquitectos musulmanes, que dejaron su huella entre las calles y plazas de esta localidad. Sobre el arco adintelado, propio del mudéjar empleado en las viviendas particulares de la Baja Extremadura, que cubre la portada del acceso al inmueble, hallamos los dos elementos decorativos con que los alarifes mudéjares quisieron embellecer la fachada del edificio, basados en un alfiz trenzado donde alternan los azulejos lisos geométricos con los ladrillos aplantillados, coronado con una ventana geminada o ajimez fabricada igualmente con azulejos y ladrillos según las tradicionales técnicas andalusíes.

Azulejos con colorida decoración geométrica dibujada según la técnica andalusí de la cuerda seca son, por su parte, los que bordean el ajimez, cuyos arcos de ladrillo angrelados u ondulados muestran en su intradós o cara exterior inferior una serie de arcaduras o salientes que hacen asemejarlos a los arcos lobulados, comunes dentro del arte hispano-musulmán.

 A ambos lados de la ventana podemos ver, además, uno de los pocos ejemplos de esgrafiados conservados en la localidad, consistente en seis paneles colocados en parejas verticales, mostrando cada uno en un espacio rectangular dibujos geométrico-vegetales, compaginando con el geometrismo de la decoración mudéjar conjunta, y engalanando aún más la fachada de este histórico edificio para enriquecimiento del patrimonio segedano. La técnica del esgrafiado consistía en dibujar sobre el revoque de los muros estando aún fresco, raspando la cal, con lo que se conseguía una decoración barata, que en algunas ocasiones llegaba hasta colorearse.


Destinada a este uso farmacéutico, no fue hasta mediados del siglo XVIII cuando se fue abandonando la cuestión farmacéutica derivando en la venta de aguardiente, hasta que en 1827 se convertiría en la actividad principal, transformándose en despacho de bebidas alcohólicas, muchas de ellas elaboradas en su interior. Puede verse el lugar donde se insertaba una prensa, el mosto se deslizaba por el suelo inclinado hacia un lebrillo y de ahí pasaba a las tinajas para fermentar el vino.
Como vivienda particular llegó al siglo XX, hasta su adquisición por la administración pública y conversión en el actual Centro de Acogida del Turista. El mal estado en que llega a finales del siglo pasado conlleva la restauración del edificio, conservándose únicamente en pie del original entramado tardomedieval la fachada del inmueble. 






CROCHE DE ACUÑA, F.: Zafra. Una lección de historia y de arte. Zafra, 2006. 

CROCHE DE ACUÑA, F.: Para andar por Zafra. Zafra, 2003.

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