ADIÓS

Esta va a ser la última publicación en mi blog ya que este curso ha llegado a su fin. Este blog lo he llevado a cabo  porque mi profesor de Ciencias Sociales me lo mandó como trabajo con el que calificarme, pero la verdad es que me he disfrutado realizándolo  porque además de que es original,  he aprendido bastante sobre todo de la historia de Zafra y un poco de la de mi comunidad sin tener que memorizar.
Creo que he podido ayudar a que  personas de otros lugares, que quieran aprender un poco más de la historia de Extremadura y Zafra puedan hacerlo gracias a él.
Este blog me ha costado mucho trabajo y esfuerzo porque recopilar información en Internet, a pesar de que no lo parece, es difícil, porque no toda la información es verdadera. Espero que os haya gustado y sido util, aquí me despido para siempre, ¡adiós!.

ANTONIO DE NEBRIJA EN ZALAMEA DE LA SERENA


Este gran humanista castellano nació en el año 1444 en Nebrissa Veneria, llamada hoy Lebrija, en la provincia de Sevilla, a 72 kilómetros de la capital, río Guadalquivir abajo, cerca de su margen izquierda y casi limitando con la provincia de Cádiz. Fue bautizado con el nombre de Antonio Martínez de Cala y Jarava, pero lo cambió a Elio Antonio de Nebrija, como homenaje al conquistador romano que conquistó la Bética, y a su tierra natal.

Hasta los catorce años estudió Gramática y Lógica en Lebrija. El joven Nebrija, alumno aventajado y dotado de grandes facultades filológicas y literarias, marchó a Salamanca para estudiar humanidades, Matemáticas, Filosofía y Moral y cuando tenía 19 años se trasladó a Italia donde ingresó en el Colegio Español de San Clemente de Bolonia el día 2 de marzo de 1463, gracias a una beca del obispado de Córdoba para estudiar Teología. Allí continuó sus estudios por diez años más en la Universidad de Bolonia, consagrándose a la Teología, al latín, al griego, al hebreo, y aprendiendo también Medicina, Derecho, Cosmografía, Matemáticas, Geografía, Historia y por supuesto, la Gramática, materia en la que tuvo como maestro a Martino Galeotto.

En 1470, con 29 años, regresó a España y se instaló en Sevilla, donde entró al servicio del arzobispo Fonseca impartiendo clases entre 1470 y 1473 en la capilla de la Granada situada en el patio de los Naranjos de la Catedral de Sevilla. En 1473 consiguió un cargo como docente en la Universidad de Salamanca, para trabajar de lector de Elocuencia y Poesía. Posteriormente enseñó gramática y retórica, al conseguir en 1476 la plaza de Gramática.


Residió en Extremadura durante diez y siete años. Béjar, Gata, Alcántara, Brozas, Campanario, Villanueva de la Serena, y Zalamea de la Serena, son poblaciones donde se atestigua la presencia de Antonio de Nebrija durante esta etapa de su vida, siendo en nuestra tierra donde redactó sus obras más importantes, en las que abordó principalmente cuestiones de carácter gramatical, bajo el mecenazgo del cardenal sevillano y Gran Maestre de la Orden de Alcantara Juan de Zúñiga, que le libró de sus obligaciones docentes desde el año 1.486 al 1.503.
A fines de la Edad Media, no fue raro que maestres y comendadores de órdenes militares, al ir concluyendo la misión guerrera para la que éstas habían sido creadas, sustituyeran las armas por el estudio. Alguno de ellos, como don Juan de Zúñiga, fundaba además bajo su protección una corte de estudiosos donde podían encontrar lugar apropiado las inquisiciones humanísticas. Ésta del maestre de Alcántara fue una verdadera corte renacentista., con sede en Zalamea de la Serena.
A finales del siglo XV, Don Juan de Zúñiga, último Maestre de la Orden de Alcántara, edificó su palacio en Zalamea de la Serena y decidió crear en él una Corte Literaria donde a acoger en mecenazgo a los artistas de la época. Uno de ellos fue el famoso Elio Antonio de Nebrija.En esta sociedad abierta y llena de inquietudes culturales, Nebrija hubo de encontrar las horas y la tranquilidad que, al parecer, le negaba Salamanca. Y aquí compuso la mayor parte de su obra gramatical, los diccionarios, la recognitio de su gramática latina y prácticamente en su totalidad la Gramática castellana.


El 18 de agosto de 1.492 se terminó de imprimir en Salamanca la "I Gramática sobre la Lengua Castellana", que había sido gestada por Nebrija entre las paredes del Palacio de Don Juan de Zúñiga.
El bibliófilo extremeño Rodríguez Moñino, después de estudiar la relación de Nebrija con Don Juan de Zúñiga, afirma con total rotundidad: "En Extremadura, y por aliento de un extremeño, se redactó (...) la primera gramática en lengua vulgar que salió en el mundo, y el primer Diccionario de nuestro idioma, siendo esta una gloria más que le corresponde y que es justo recabar conjuntamente para la región y para el sabio Maestre".










LOS CAMERANOS EN ZAFRA

En un estudio de la economía y la sociedad de Zafra en los tres últimos siglos, hay que contar con un elemento tan determinante y decisivo, como fue la aportación y llegada de una serie de familias, más de 40, procedentes de la tierra riojana de Cameros.
Cuando se trata de explicar los factores que influyeron en esta copiosa trashumancia, se suele hacer alusión a algunas otras comarcas de España, que se revestían de esa condición de pobreza, que influía en la marcha de sus habitantes hacía otras regiones buscando salir de la misma.   Y tal era el caso de la Comarca de Cameros, en la provincia de Logroño, rodeada de altas sierras y con escasos recursos naturales.
Uno de los lugares más meridionales de España, donde los emigrantes de Cameros pusieron sus ojos para residir, fue la población de Zafra.   Ella se prestaba adecuadamente a sus exigencias y pretensiones, y ofrecía unas condiciones favorables para el desarrollo de economías estables, como era el comercio y la ganadería.   Zafra contaba con un mercado artesanal muy importante, era un centro de ferias concurridas y también era fácil la posibilidad de poder medrar.  
Por su tradición y origen étnico, en ella abundaban los judíos y moriscos, y estaba bien escasa de ”cristianos viejos”, por tanto, con la sencilla exhibición de una ejecutoria de hidalguía y nobleza, era suficiente en Zafra para conseguir la categoría social de “hijosdalgo”, con la ventaja que estos suponía, previa la presentación de documentos, para obtener privilegios, exenciones de tributos y con la seguridad de ejercer cargos en el consejo de la Villa, con preferencia sobre los demás ciudadanos, como era la alcaldía y la presidencia de los gremios y cofradías.


En consecuencia a esta posibilidad, la pacifica incursión de cameranos en Zafra comenzó a partir del siglo XVII, y con unos tímidos asomos de lo que  sería la gran invasión posterior.   Durante todo el siguiente siglo XVIII, se acentuó esa venida, coincidiendo con la época de esplendor de sus actividades comerciales y sociales, y el momento estelar de la pujanza de aquel colectivo de personas, que se iban enriqueciendo con tiendas y comercios que iban instalando y acaparando, al mismo tiempo, los puestos importantes de la sociedad local.

Los principales cameranos que vinieron a Zafra estaban distinguidos y calificados con la identidad noble y social de “diviseros del Solar de Tejada” y pertenecían a una serie de familias y linajes que se entroncaban entre sí en aquellas tierras logroñesas, y que traían su origen geográfico desde las poblaciones de Torrecilla de Cameros, Villoslada, Villanueva, Lumbreras, Panzares, Muros de Cameros, San Román de Cameros, Ortigosa y Nieva de Cameros, por citar a las localidades de las que se tiene constancia de ser el lugar de partida más común de estas familias venidas a Zafra.
Estos hombres, se establecen en Zafra como comerciantes, aprovechando la tradición mercantil de la Villa ,de  gran florecimiento en años anteriores, pero que estaba pasando por una aguda crisis económica, debida a los inconvenientes de su cercanía al espacio donde se desarrollaban las guerras de Secesión  con Portugal, y durante las cuales, Zafra se constituyó como un importante enclave y lugar de guarnición de tropas, que , en cierto modo por su prolongada estancia y sus exigencias necesarias, esquilmaron los recursos vitales de la población.


Fueron hombres emprendedores que se trasladaron unos como tratantes de ganado y otros como mercaderes o comerciantes, introduciendo una nueva corporatividad basada en el origen común de la tierra y de la ocupación a que se dedicaban, desempeñando un papel muy destacado en el desarrollo gremial y en la prosperidad económica de la villa, levantando la debilitada economía existente en aquellos momentos, y que para poder influir en las decisiones municipales, hicieron  exhibición de unos títulos de nobleza, que ansiosamente buscaron entre sus ascendientes, que se habían quedado atrás en el tiempo y pervivían por siglos, al abrigo inclemente de aquellas tierras estériles del lejano Logroño, en  la Comarca de Cameros, y que en estas tierras volvieron a su viejo esplendor. 



El prestigio del gremio de mercaderes cameranos se impuso en todos los ámbitos sociales de la población, lo mismo con el disfrute y posesión de los principales cargos y puestos, como con la presidencia de casi todas las colectividades y organizaciones, y con la propiedad de las mejores casonas de la plaza Grande, sede de sus suculentos negocios mercantiles.  

Al encontrarse fuera de su tierra natal, uno de los lazos que más les unía a todos era el recuerdo de sus arraigadas tradiciones religiosas, la Virgen de Valvanera, una devota imagen venerada en un monasterio cercano a la Sierra de la Demanda y Patrona de su comarca riojana.   Por esta sencilla razón, una vez establecidos en Zafra como colectivo unido y poderoso, determinaron adquirir una imagen de dicha advocación mariana y levantar un lujoso y costoso retablo o capilla, para su culto y veneración en la iglesia de la Candelaria.

LA PORTADA DEL HOSPITAL DE SANTIAGO

Este edificio, primitivamente, fue la morada de un vecino de la villa de Zafra, llamado Alvar Fernández de Lago, a cuyos hijos y herederos lo compró el Primer Señor de Feria, don Gomes Suarez de Figueroa, para convertirlo en su primera residencia.

Posteriormente, su hijo don Lorenzo Suarez de Figueroa, Segundo Señor de Feria y Primer Conde, cuando hubo levantado el Alcázar y trasladado allí su residencia, hace una fundación benéfica por la que convertiría estas moradas familiares en el Hospital de la Salutación, conocido como Hospital de Santiago, ”para servicio de Dios e acogimiento de los pobres”.

Y en este destino se ha mantenido a lo largo de toda su larga historia y en la actualidad cumple idéntica finalidad, ya que acoge un centro asistencial para personas con deficiencias intelectuales.

Cuando visité el Convento de Santa Catalina, en la calle que lleva su nombre, para hacerle una foto a la inscripción que allí hay, después me dirigí a la Plaza Chica para hacer otras fotos y me llevé una sorpresa al ver esa pequeña calle al fondo de la cual se halla esa bella fachada gótica. Era la primera vez que veía esa calle y por supuesto no sabía de la existencia en ella del mencionado Hospital. Así que para este trabajo de campo me fui derecho al mismo lugar para admirar y fijarme en los detalles con la información recopilada.
La fachada del Hospital de Santiago, es una bella portada en piedra de granito labrada, con un estilo gótico florido. A cada lado de la puerta de entrada tiene como dos pilastras o pináculos también góticos y que van desde el suelo hasta el tejado.
La puerta de entrada es de arco rebajado y está como dentro de un marco que la rodea, muy decorado con rica ornamentación de tallos en forma de lacería. Sobre la misma se puede ver una hornacina rematada con arco conopial, en cuyo fondo se encuentra una pintura al fresco, que según he podido leer es de escuela italiana y que representa la Anunciación o Salutación del Arcángel San Gabriel, tema muy popular entre los artistas del Renacimiento y que tiene relación con la antigua advocación del hospital, que era la salutación. En la actualidad esta hornacina se encuentra protegida por un cristal, aunque imagino que es de colocación muy posterior, para preservar las mencionadas pinturas de las inclemencias del tiempo.
Entre los pináculos y la cenefa que enmarca la puerta hay como un cordón que sube como una serpiente hasta rodear la hornacina y llegando hasta el tejado.

UN ANTIGUO CONVENTO DESAMORTIZADO

El primer uso de este edificio fue como casa palacio de don García de Toledo Y Figueroa, nieto del primer Conde de Feria Don Lorenzo Suarez de Figueroa, estimándose su construcción hacía el primer cuarto del siglo XVI. Palacio que poseía el privilegio de tener una tribuna a la Iglesia de la Candelaria, ya que esta fue edificada en los antiguos terrenos que formaban parte de los huertos y jardines de este y cedidos para tal fin.


Durante gran parte de los años de este siglo XVI fue morada de esta noble familia hasta que a primeros de 1.600 don García de Toledo lo pone en venta por la cantidad de cuatro mil ducados al tener que marcharse a la corte madrileña para estar al servicio del príncipe Carlos, hijo de Felipe II.Por decreto del Nuncio de Su Santidad, fechado el treinta de abril de 1.600, las monjas Terciarias del Convento de la Cruz de Cristo pasaron a ser propietarias de este edificio, tras haberlo comprado para nuevo monasterio de la orden con la oposición de la I Duquesa de Feria, Juana Dormer, por entonces gobernadora del Estado de Feria, que quiso destinar el palacio a un colegio de jesuitas. Allí estuvieron las Terciarias de la Cruz hasta la desamortización de Mendizábal en 1836.


En el año 1.842, la Junta Superior de ventas nacionales, en vista de que ningún particular se decidía a quedarse con este enorme edificio, lo cedió gratuitamente al Ayuntamiento de Zafra, para establecer en él las escuelas públicas y algunas otras dependencias oficiales, aunque hay constancia que en 1.850 la iglesia de este desaparecido convento aún tenía culto religioso.
En 1.881 fue ocupado totalmente como dependencias municipales tras ser sometido el edificio a amplias reformas que le iban a prestar una nueva fisonomía pero que destruyeron muchos elementos de su antigua fábrica. Ha llegado hasta nuestros días el bonito patio claustral con columnata de mármol, la escalera de piedra y la antigua puerta del convento que fue sacada de nuevo a la luz tras la reforma del edificio de los años 80 del siglo XX.
Esta pasada semana me dirigí una tarde, con mi padre, hasta dicho edificio que se encuentra en la plaza del Pilar Redondo, frente a la desaparecida puerta de los Santos de la antigua muralla, y que alberga la actual Casa Consistorial o Ayuntamiento de Zafra.
Es una fachada bastante grande precedida por una pequeña plaza triangular en cuyo centro hay una fuente circular. Cuando me situé frente a ella observe dos entradas; una en el lado izquierdo en piedra, con arco de medio punto y que parece que en su tiempo estuvo adornada con un arco conopial que según se aprecia fue picado, que era la entrada a la capilla que tenía el convento, y otra casi en el centro de la fachada, que sería y es la entrada al edificio, enmarcada en mármol blanco.


Entré por la puerta principal a un antiguo zaguán, donde se encuentra el cuerpo de guardia que controla la entrada a dicho edificio y posteriormente se encuentra un antiguo cancel de forja fechado en 1881 que nos permite el acceso al hermoso patio claustrado, con columnas de mármol, en cuyo centro se encuentra una fuente octogonal.
Situándome en el centro del patio y realizando un giro de 360º observo las numerosas puertas que se hayan dentro de las galerías donde pienso se encuentran las diversas dependencias municipales.

Tal como se entra al patio, en el ángulo derecho se sitúa la escalera de acceso a la parte superior, fabricada en piedra, la original por el deterioro que se aprecia debido al mucho uso.

Después de leer sobre su historia y poder visitarlo no puedo evitar pensar como tuvo que ser en sus mejores momentos, que seguro no fueron otros que los pasados, cuando albergó a la nobleza de esta bella ciudad.

EL PILAR DEL DUQUE




El 5 de marzo me dirigí a la confluencia de la Avda. Antonio Chacón y la calle Ronda del Pilar, donde se encuentra situado el que es conocido como el pilar más antiguo de Zafra.

El “pilar del duque” se encuentra situado frente a la cara este de la antigua lonja de contratación, actualmente Biblioteca Municipal de Zafra. 
Está compuesto por dos recipientes y un pilar. El primer recipiente y el más grande, es de forma rectangular, que por su tamaño era utilizado para el abrevadero del ganado. En su cara este justo en el centro, se halla el segundo recipiente, que viene a ser una octava parte del anterior, en forma cuadrada y elevado por encima del nivel del anterior, para el consumo humano. Justo en el centro del segundo recipiente, por su cara oriente se halla adosado un pilar cuadrado, rematado de forma piramidal y a su vez encumbrado por una figura circular de forja, adornado con volutas. Este remate piramidal a su vez está adornado por filas de lo que parecen pequeñas cabezas de ganado. 
Si nos situamos justamente frente a la cara oeste del pilar descubrimos tallado en la piedra bajo un arco apuntado lo que parece ser dos blasones separados en el centro por un florero con flores. Según he podido leer se tratan de los escudos de los señores de Feria separados por el símbolo heráldico de Zafra (el jarrón con las azucenas).
 Bajo esta piedra se encuentran dos caños separados por una cara en cuya boca aparece otro pequeño caño el cual en la actualidad no echa agua. De estos dos caños,  antes mencionados, brotan dos chorros de agua que llenan el segundo y más pequeño recipiente el cual, cuando está lleno, vierte a su vez en el primer recipiente a través de otro caño más grande, para su llenado.

Todo el conjunto está realizado con piedra y mármol.



Esta fuente recibe sus aguas, según nos detalla Pascual Madoz, por medio de una cañería que la toma de un manantial llamado “la madre del agua”, que está a cuatrocientos pasos de la población y es tal su abundancia que surte a una gran parte de los vecinos, al pilar de la Alameda, a una charca inmediata de 252 varas de circunferencia y 3 de profundidad (se está refiriendo a la desaparecida albuera que estaba situada al lado del actual Parque de la Paz,) destinada para abrevadero, a dos estanques y un pilar que pertenece al castillo, (eran los dos estanques ya inexistentes que estaban en las traseras del castillo y en la vecina Huerta Honda,  así como el pilarcito del patio central del mismo alcázar, que aún existe), a los conventos de Santa 
Marina y Santa Clara, a una fábrica de curtidos, a un molino de aceite, a varias casas particulares y mantiene además siempre lleno su recipiente, que es de 30 y 1/3 varas de largo y 4 y ½ de ancho. El caudal se recoge en dos tazas desiguales, unas de las cuales goza de gran amplitud para poder ofrecer el agua como abrevaderos de caballería.

En las pinturas y grabados antiguos de la villa, se observa perfectamente cómo la conducción del agua desde “la madre del agua” hasta este pilar, se efectuaba por una especie de pequeño acueducto elevado sobre pequeños arcos que, con frecuencia, era objeto de bromas y gamberradas. Para confirmar lo dicho, existe el curioso documento de un bando de la alcaldía de Zafra que data del año 1836 por el que se advierte al vecindario que respete el servicio de estas aguas, a raíz de una restauración que se hizo de todo el pilar y su cañería. Frecuentemente, se daba al caso de que unos irresponsables muchachos se subían al acueducto y ensuciaban sus aguas. Por el citado bando municipal se prohibía la rotura del caño bajo multa de 10 ducados, 2 meses de cárcel y la obligación de reparar los daños. Igualmente, no se autorizaba a que las mujeres lavasen sus ropas ni en esta ni en las restantes fuentes de la población, bajo igual pena y castigo.
Ya hemos citado que el primitivo emplazamiento de este pilar del Duque estaba en un pequeño cerrito, que se situaba a escasos metros del paredón posterior del castillo.
En el año 1948, para allanar la explanada del lugar, que con el tiempo se convertiría en la plaza del alcázar, o de los escudos, se llevó a cabo la delicada operación de desmotarlo piedra a piedra, que fueron numeradas cuidadosamente, y volverlo a instalar en el lugar en el que hoy se encuentra.

LA VIRGEN DE GUADALUPE

Esta advocación mariana se encuentra expuesta al culto en el monasterio que lleva su nombre en la provincia de Cáceres, en la localidad de Guadalupe, comarca de las Villuercas. Es patrona de Extremadura desde el año 1907.
Posee esta talla el encanto de lo popular, dentro de un arte sencillo, bastante tosco y expresa en sí misma una significación todavía más alta: una presencia quasi-sacramental, que emerge de su condición de icono sacro, lleno de fuerzas divinas misteriosas según afirma San Juan Damasceno, Padre y Doctor de la Iglesia.
La imagen de Santa María de Guadalupe, la Virgen Morena de las Villuercas, es una talla sedente, labrada en madera de cedro, de autor desconocido, de estilo románico o protogótico de finales del siglo XII. En su representación de María es Virgen Madre y como Reina está sentada sobre su trono.  Presenta a su Hijo sentado en su regazo, en actitud de bendecir. Mide la talla de Nuestra Señora 59 centímetros y pesa 3.975 gramos.
De acuerdo a las características de la época presenta frontalidad, nariz recta y mentón ateniense, grandes ojos y cierto hieratismo en las formas. Pertenece al grupo de Vírgenes Negras de la Europa Occidental del siglo XII, aunque al presentarla vestida desde el siglo XIV sufrió varias modificaciones, principalmente en su cabeza y mano derecha.


Cubre su cabeza y hombros un tenue velo blanco, como atributo de Sabiduría. Viste túnica de color verde oliva, con vueltas en rojo bermellón, sobrecuello y en empuñaduras, puntillas bordadas en hilos de oro. Un manto de color ocre-marrón cubre parte de sus hombros y piernas. Ostenta sus pies calzados 
con zapatos puntiagudos de color negro, pisando, no el estrado de su sede, sino una pradera o huerto cerrado, de verde frescor, símbolo de su vida interior, mística. En cambio su cuello, a diferencia de su rostro y manos muestra una  encarnadura de piel clara, lo que puede hacer pensar que, con anterioridad a que la Virgen fuera vestida con ricos mantos, tuviera otra tonalidad su piel.
Una muestra más de la fuerte carga simbólica que rodea a nuestra Imagen, como dice fray Sebastián, es la decoración natural: cuatro flores tetra lobuladas, dos en el pecho y una debajo de su mano derecha, símbolo de su triple virginidad: antes del parto, en el parto y después del parto, y otra en la parte inferior de su túnica, signo de su poder celestial.
Presenta además la Imagen, la mano izquierda entreabierta y apoyada sobre su rodilla, en actitud de protección hacia su Hijo, mientras la mano derecha fue sustituida en el siglo XV por la que actualmente tiene, completamente  distinta, hecha para empuñar el cetro, la unión esta revestida con una lámina o cincho de oro, en forma de pulsera.
Nuestra Señora de Guadalupe está sentada en su sede o trono, sin respaldar, decorado a tramos, imitando aspilleras, flores tetra lobuladas y otros motivos de estilo gótico. Su parte posterior, en cambio se encuentra sin labrar, tal como quedó cuando en el siglo XIV fue separada de su primitivo trono.
El Niño es talla sedente y encaja anatómicamente sobre el regazo de su Madre, cronológicamente es de la misma época, estilo y autor. Muestra rostro moreno de persona adulta, con larga cabellera  ondulada, que cae sobre su cuello, de piel clara, igual que su mano derecha y pequeños pies, totalmente descalzos. Viste túnica de color rojo acarminado, con decoraciones estampadas en color oro. Cae desde su hombro izquierdo un manto de color azul celeste que, cubre parte de su pecho, espaldas y rodillas, con estampaciones de flores trifolias. Muestra con su mano derecha, labrada en plata en el siglo XV, en sustitución de la primitiva, actitud de bendecir, mientras la izquierda, casi en relieve sostiene sobre la rodilla del mismo lado el Libro de la Vida, más pintado que tallado, encuadernado en rojo con decoraciones geométricas de entrelazo.

UNA INSCRIPCIÓN

“EL DIA 10 DE SEPTIEMBRE DE 1.761 SE ANEGÓ ESTE
CONVENTO Y LLEGÓ EL AGUA HASTA AQUÍ Y SE 
LLEVÓ 66 VARAS DE PARED DE LA CERCA”

En una pared del Convento de Santa Catalina, junto al mercado de abastos, en la localidad de Zafra encontramos un testimonio gráfico en forma de inscripción en piedra sobre un hecho acaecido el 10 de septiembre de 1.761.
La población de Zafra siempre estuvo expuesta  y, numerosas veces castigada, por las riadas de aguas torrenciales provocadas por las fuertes tormentas. Si el caudal fuerte de las lluvias caídas se iniciaban a la altura de la vecina sierra de los Santos, después se precipitaban con violencia ladera abajo, alcanzaban la ciudad y cruzaban por medio de las calles, arrasando a su paso todo lo que encontraban en su camino, tanto en el exterior como en el interior de las viviendas.
Por ese motivo cuando en las tardes del mes de septiembre el bochorno y el molesto calor de los últimos días de verano hacía cubrirse con negros nubarrones los cielos de Zafra, los vecinos se echaban a temblar y con razón. Y no era precisamente este miedo producido por alguna ocasión determinada y aislada, sino que solían repetirse con mucha frecuencia las tremendas circunstancias que lo originaban.
Y esto se debía a que, en un principio, la población carecía de cloacas capaces de canalizar estas tormentas y conducirlas por debajo del suelo de las calles. Más tarde, las construyeron pero éstas resultaron insuficientes en aquellas ocasiones, en las que el agua llovida era superior a la que podían contener sus cauces.
Y  la historia doméstica de esta ciudad abunda en terribles efemérides, que nos hablan de estas inundaciones con la consiguiente secuela de daños que se producían. El torrente desbocado de este elemento solía precipitarse desde la sierra, por los terrenos que hoy ocupa el ferial y cruzando por el actual puente bajo la carretera de Badajoz, se llegaba hasta el antiguo cercado conocido con el nombre de “El Conejal”, donde hoy se levantan el colegio “Pedro de Valencia”, el Ambulatorio y el Cuartel de la Guardia Civil. Allí se remansaba por unos instantes en una extensa charca, pero pronto llegaba a desbordar los muros de su cercado y se introducía en las calles de la población por las de Cerrajeros y Huelva, aumentada su fuerza por la pendiente y desnivel que ofrecen.
El pueblo, durante unas horas, quedaba dividido en dos sectores, mientras que las aguas proseguían su curso tumultuoso por la calle de la Fuente Grande y se lanzaban contra los muros del convento de Santa Catalina. Hasta principios del siglo XIX no se construyó el Mercado de Abastos, y todo su actual terreno formaba parte de la huerta de las vecinas monjas. Una simple tapia la cerraba, y contra esta pared, oponía su poderosa fuerza el caudal desbordado. La iglesia y las edificaciones del mismo convento también se anegaban y las religiosas tenían que ponerse a salvo, subiéndose al coro alto del templo.
Pero la tapia de la huerta monacal no pudo siempre resistir, con las piedras de sus muros, este embate de las aguas y, en alguna ocasión, se derribó con gran estrépito. De esta circunstancia nos podemos enterar si nos detenemos a leer dicha inscripción que todavía hoy se conserva en la parte derecha sobre una piedra de la actual fachada del mercado, colocada a unos dos metros de altura. En ella se dice que hubo una inundación del convento el día 10 de septiembre de 1761, alcanzando el nivel de las aguas la altura de esos dos metros. Se añade, que con la fuerza de la corriente, se derrumbó la pared en la longitud de 66 varas, es decir, más de 50 metros.
El siguiente ejemplo de inscripción es todo lo contrario que la anterior, esta se hizo para dejar constancia de la salida del Santísimo Cristo del Rosario en rogativa para que lloviese.

UNA BUJARDA




La arquitectura tradicional ha sido una respuesta a las necesidades físicas y espirituales de un colectivo, de una comunidad, creando unos modelos arquitectónicos originales en razón de su experiencia histórico-cultural y por las adaptaciones ecológicas propias de cada territorio. Y uno de los modelos más singulares de la arquitectura tradicional de Extremadura es el chozo, al ser un excelente ejemplo de adaptación arquitectónica al medio natural, en el que no desentona ni por la escala ni por los materiales que fueron extraídos directamente del lugar y sufrieron pocas transformaciones para su puesta en obra.
En un sentido amplio, se denominan chozos a todos aquellos espacios de habitación permanente o temporal de pastores y campesinos que reúnan   las mínimas condiciones de habitabilidad, a veces ninguna, si los observamos desde la óptica del modo de vida actual.
Son unas construcciones de un alto sentido utilitario; edificios sinceros, exentos de ornamentación, que nos muestran sin pudor su sistema constructivo y donde los materiales utilizados marcan el carácter y definen la forma. En eso reside la profunda verdad de esta construcción rural.
El modelo constructivo del chozo reúne una serie de características que lo han hecho idóneo en el mundo rural: una sorprendente autonomía de ejecución capaz de dar respuesta (y con bajo coste) a las necesidades de proporcionar una habitación temporal o permanente. Y como las tierras y gentes extremeñas, se han desenvuelto en un universo eminentemente rural, el chozo fue utilizado de forma generalizada como habitación permanente o temporal, como albergue o refugio, como almacén o establo.

TIPOS DE CHOZOS EN EXTREMADURA

La tipología de los chozos extremeños responde en su generalidad al siguiente esquema constructivo: edificación de planta circular o redondeada, paredes de piedra levantadas de acuerdo con la técnica de “piedra seca”, de poca altura y escasos vanos, cerradas en unos casos por una falsa cúpula y en otros por una cubierta vegetal o con una techumbre de tejas. También ha existido otro tipo de chozos, los hechos enteramente de materias vegetales y podían ser fijos o móviles, pero debido a los materiales perecederos de que están hechos su prolongación en el tiempo es corta, aunque en algunas localidades se continúan fabricando para determinadas fiestas y eventos culturales.
Por ello según los materiales empleados en su construcción, distinguimos cuatro tipos:

Hechos enteramente de materias vegetales:

Su planta es circular y se levanta formando una estructura cónica o cupuliforme con varas y rollizos de madera, posteriormente se cubre con ramajes u otras materias vegetales que son cosidas al armazón de la estructura, principalmente de escoberas, eneas, juncos o bálago de centeno. 
Los chozos portátiles de estructura trenzada de paja formando una sola pieza cuya particularidad era su utilización para ser transportados, por lo que se llamaban “chozos de muda”.

Paredes de piedra y  cerrados con cubierta vegetal:


Los chozos de este tipo son construcciones de planta circular con paredes de piedra y cubierta vegetal de forma cónica, realizada con rodillos de madera y bálago de centeno o ramajes diversos como escobas, “juncias” y helechos, sostenida acaso por un poste central. Son conocidos por “chozos de horma” porque los muros del habitáculo fueron levantados según la técnica de piedra seca, es decir, piedra sobre piedra sin utilizar ningún tipo de aglomerante para trabarlas.


Construidos íntegramente de piedra:

Son los chozos construidos íntegramente de piedra granítica o
 pizarrosa, que presentan una planta circular o redondeada, cuyas paredes se van cerrando y forman una falsa cúpula por el procedimiento de aproximación de hiladas del mismo material que los muros.




Paredes de piedra y techumbre de teja:

Su esquema constructivo es el siguiente: planta oval o circular y paredes de piedra, adobe o ladrillo. La cubierta se realizaba con un armazón de palos sobre la viga cumbrera que se cubría con tablas, cañizo, escoberas o “ripias” (pequeños palos generalmente de madroñas) y en muchos casos, además, se colocaba encima una gruesa capa de barro para una mayor impermeabilización de la cubierta. Finalmente la construcción era techada con teja curva árabe y  a vertiente de la cubierta podía estar a una o dos aguas. En algunas comarcas, como en La Siberia, se los denomina “chozos de teja” y normalmente todos tenían chimenea. En la pared interior suele haber alacenas empotradas, y generalmente de un solo anaquel, que servían para la colocación de alimentos y cacharros, así como bancos adosados construidos con mampuestos graníticos.
Excavaciones arqueológicas en diversas partes de Extremadura y la  península, como las efectuadas en el yacimiento arqueológico Cabrerizas (La Cumbre, Cáceres) han venido a demostrar  que en Extremadura, hacia finales del III milenio a.C. se había introducido un tipo de construcción a la que puede considerarse como la verdadera precursora de la vivienda agro-pastoril en su acepción constructiva más clásica: el chozo.
Por ello el chozo es, en nuestra tierra, una tradición continuada a lo  largo de los siglos y hasta fechas muy reciente, es un patrimonio que reúne los    criterios que justifican su valor universal excepcional como simbiosis de características culturales y naturales, ya que constituye un sobresaliente ejemplo de ocupación del territorio. El chozo es por tanto un valioso legado cultural de nuestros antepasados, un testimonio histórico del pueblo extremeño y parte del acervo cultural de Extremadura.
De todo lo anteriormente expuesto podemos decir que el chozo forma parte del paisaje rural de las tierras extremeñas, lo encontramos en la sierra y en el llano, en la dehesa y en la vega. Con diferentes nombres y pequeñas variantes arquitectónicas, los chozos existen en todas las comarcas extremeñas: “chozos”, “chozus”, “chozuelos” y “chozas”, en muchas localidades; “chafurdóns”, en Eljas y Valverde del Fresno; “chajurdonis”, en Acebo; “zajurdonis”, en varias poblaciones de la Sierra de Gata; “batucas”, en la comarca de las Villuercas; “bóvedas” y “garnachos”, en el Valle del Ambroz; “bujardas”, en Llerena, Tentudía y otras comarcas de la Baja Extremadura; “bujíos”, en los Llanos de Cáceres y la comarca de Alcántara; “bobias”, en Garrovillas de Alconétar; “corralás”, en Torrequemada y pueblos próximos;”murus”, en Tierras de Granadilla; “torreones”, en Cañaveral; “torrucas”, en la vertiente extremeña de Sierra Morena, etc. En todas las comarcas extremeñas aparece la sempiterna imagen del chozo, siendo por ello, sin lugar a dudas, la construcción rural tradicional más emblemática y representativa de Extremadura.

LA ALCAZABA DE MÉRIDA



La alcazaba de Mérida es una de las fortalezas más antiguas construidas por los musulmanes tras la invasión de la península Ibérica. Una lápida conservada en el Museo Arqueológico de la ciudad señala como fecha de construcción el año 220 de la era musulmana en tiempos del emir Abderahman II, el año 835 de nuestro calendario. En la misma se superponen restos de varias épocas, romana, visigoda, árabe y cristiana.

En el año 834, la población berebere se amotinó contra el poder y se hizo fuerte en Mérida. Una vez sofocada la rebelión, mando destruir la antigua muralla romana y un barrio de la ciudad; lugar que destino para erigir la nueva fortaleza.
La alcazaba se sitúa junto al río Guadiana que le sirve de defensa natural en uno de sus lados, justamente a la salida del puente romano. El lugar que ocupa es poco accidentado, con un desnivel de unos 10 m. Sigue el esquema de las fortificaciones Omeyas. Su planta es un cuadrilátero algo irregular, de unos 132 x 137 m.
Su fábrica es de grandes sillares, muchos de ellos reaprovechados y de acarreo procedentes de edificios y ruinas romanas, jalonándose sus cuatro flancos con torres o cubos adosados, de sección cuadrada como era costumbre en las murallas romanas, más algunas albarranas situadas en el lado oriental, consideradas por algunos coetáneas del conjunto de la alcazaba y por otros como obra posterior.
A  la salida del puente, y adosado a la alcazaba se construyó un recinto rectangular de 19,60 x 32,40 m. Este espacio controla el acceso tanto a la ciudad como a la fortaleza desde el puente. Se realizó de una forma rápida, utilizando para ello los materiales que estaban más a mano, procedentes de edificios romanos y visigodos destruidos. Entre estos materiales dominan los sillares de granito de dimensiones irregulares dispuestos a soga y tizón, sin ningún orden. También se emplearon elementos constructivos anteriores, aras, fustes, lápidas, modillones, y como aglutinante usó argamasa.

El acceso principal a la alcazaba se realizaba desde el recinto que vigilaba el puente, a través de una puerta enmarcaba entre dos torres, con arco de herradura poco acusado hacia el exterior, y arco de medio punto con impostas de mármol reaprovechadas hacia el interior. En esta puerta se encontraba la inscripción fundacional. Otro ingreso de similares características daba acceso a la ciudad desde el mismo recinto. En el lienzo S.E. existe otra puerta, que debió ser secundaria, fabricada con gruesas dovelas que forman un arco de medio punto.
Lo único que se conserva en la actualidad del período islámico, aparte del aljibe, es el perímetro de la fortaleza formado por lienzos y torres. Los muros de 2,70 m. de espesor aproximadamente, se encuentran forrados por dos parámetros de sillares de granito ocupando su interior, como relleno, materiales constructivos y sillares colocados sin ningún orden mezclados con argamasa. La mayoría de las torres están adosadas al muro, sus plantas son cuadradas o rectangulares, y todas ellas son macizas. Guardan similar distancia unas de otras aparentemente, situándose una torre en cada uno de los ángulos del recinto. Cinco son albarranas, aunque su construcción es posterior al resto del edificio; dos de ellas del período de Taifas y las tres restantes ya de época cristiana.
El aljibe construido por los árabes en el siglo IX, se encuentra en el interior, elemento imprescindible en cualquier fortificación para permitir la supervivencia en caso de asedio, pero que en este ejemplar de Mérida reúne además especiales calidades técnicas por el sistema constructivo empleado a base de grandes pasillos y escalinatas adinteladas y, además, por las cualidades plásticas y artísticas al estar constituido con piezas romanas y visigodas, entre las que sobresalen algunas pilastras decoradas, de gran interés, las pilastras que se disponen a ambos lados del acceso al aljibe son de época visigoda.
En 1229 los cristianos al mando de Alfonso IX reconquistan la ciudad y es entregada a la Orden de Santiago, quienes establecen una Encomienda como centro administrativo que obligará a la realización de obras diversas para atender a las nuevas necesidades, las más importantes se realizan en el último tercio del siglo XV. Entre ellas se encuentran obras de fortificación, con actuaciones en la muralla, acotando el ángulo nororiental con la construcción de un gran muro de sillería y la construcción de distintas torres, entre las que destacan la del Homenaje construida en el año 1480 por el Maestre don Alonso de Cárdenas  y la de los osos; un pequeño templo, un aljibe y aposentos residenciales y administrativos de la Encomienda se citan también entre los elementos del conjunto.
Debido a las obras llevadas a cabo en la Sede del Priorato de San Marcos de León, se traslada entre los años 1563 y 1600 a la alcazaba de Mérida, para ello se acondicionó la misma. Con este motivo se reforma nuevamente todo el ángulo nororiental de la alcazaba, en la parte exterior de la misma se edifica una nueva iglesia que pudiera atender más desahogadamente las necesidades religiosas de la Conventual, y en el interior se construyen diversas dependencias conventuales en torno a un nuevo patio claustrado.
El nuevo claustro renacentista, cuadrangular, dispuesto en dos pisos, con arcos de medio punto sobre columnas y capiteles clasistas, fundiéndose la dedicación militar, administrativa y religiosa en un mismo edificio;  la administrativa y de representación han sido recuperadas al instalar en el edificio la sede de la Presidencia de la Junta de Extremadura.
Forma parte del sitio Patrimonio de la Humanidad denominado “Conjunto Arqueológico de Mérida”.

LA ALCAZABA DE MONTEMOLÍN



La alcazaba de Montemolín, como su nombre indica, se encuentra en la localidad de Montemolín. Los árabes decidieron construir una alcazaba en este lugar porque estaba situado en el límite fronterizo entre Andalucía y Extremadura. Esta se encuentra en un cerro alto y ligeramente apartada del pueblo. El recinto de la fortaleza es muy grande, irregular y de proporciones alargadas. Su disposición trata de aprovechar las ventajas de unas acusadas diferencias topográficas con respecto al terreno circundante. Sus medidas son 114 metros de longitud, 54 m. de anchura y 33 m. de altura, y de su perímetro sobresalen torres de diferente configuración y medida.  El castillo fue construido en principio por los árabes en adobe y ladrillo y posteriormente reconstruido por los cristianos en piedra. Las torres, que están adosadas a los lienzos de la muralla, son ochavadas y de pequeño tamaño. Están repartidas a lo largo de los muros regularmente. Además de estas, también hay una torre posterior de sección semicircular. La disposición de las torres responde a la tipología almohade, al igual que el grosor de sus muros y el tapial con el que se levantan. La Torre del Homenaje, fue modificada para ser adaptada a albergar la Casa de la Encomienda de la Orden de Santiago. Conserva la puerta en recodo, mediante una entrada con secciones quebradas para aumentar la vigilancia y dificultar el asedio. El castillo pasó a formar parte de la Orden de Santiago a mediados del siglo XIII. En su interior existió una iglesia dedicada a Santo Domingo, hoy destruida por completo.
La puerta principal, que se abre sobre el flanco sur, presenta estructura en recodo y se encuentra defendida por dos torres en avance, consistiendo el acceso en un arco de ladrillo de un espesor de 3'10 m. El cerramiento de la puerta se efectuaba mediante un portón de dos hojas que giraban sobre sendas ranguas aún hoy perceptibles. 

Las otras torres refuerzan el recinto defensivo. La mayor de ellas está construida en piedra y existe otra, a modo de baluarte, que posiblemente fuera utilizada como alojamiento principal durante ciertas épocas. De sus antiguos componentes se conservan la puerta en recodo, algunos aljibes, mazmorras y otros restos todo en estado de ruina. En el interior de la fortaleza existía también una iglesia, hoy desaparecida por completo, dedicada a Santo Domingo, que contaba con dos altares, uno dedicado a este y otro a Santiago.
   Los conquistadores cristianos reformaron numerosamente la fortaleza, para adecuarla al uso de la Orden Militar de Santiago. No cambiaron la apariencia externa, limitándose a rehacer o reforzar las partes más débiles y dañadas. Incluyeron en él una torre con unas medidas de 14 m. de longitud por 10 m. de anchura y planta trapezoidal como Torre del Homenaje.
     También construyeron otra llamada popularmente "Plato de la reina". Su planta es semicircular. Esta construcción se sitúa en el costado meridional del castillo. Está hecho en su totalidad de mampostería unida mediante lechadas de cal.
     El interior del edificio fue profundamente remodelado, primero inmediatamente y después de su toma y después en diferentes momentos en función de nuevas necesidades, y de acuerdo con la tradición de la Orden de Santiago se levantó una iglesia.
     La fortificación contó con dos plantas comunicadas por escaleras, en la primera se dispondría en un lateral la iglesia de Santo Domingo, despensas, bodegas, doble caballeriza en el flanco opuesto a dicha iglesia, cámaras y recámaras, y el "aljibe de los arcos" ubicado en el epicentro del patio. La segunda planta alojaría corredores, cámaras de distintos usos, capilla de Santo Domingo. Además, en distintos lugares de la fortaleza, se podían encontrar cocinas, pasadizo, pajar, pesebreras, horno, mazmorras excavadas en el subsuelo y varias dependencias de distintas utilidades.
   Como obra de ingeniería más destacada los árabes construyeron un aljibe de planta rectangular, y se cubrió con falsa bóveda de medio cañón construida con lajas de pizarra por aproximación de hiladas.
  En la actualidad la Consejería de Cultura y Patrimonio, por medio del proyecto "Alba Plata", está desarrollando una labor de recuperación en tres fases de los siguientes elementos: refuerzo y recuperación de las torres defensivas, consolidación de la muralla, excavaciones arqueológicas, acondicionamiento del aljibe central, restauración de la entrada, mejora de los accesos o pasillos de circunvalación, reconstrucción de la torre del Homenaje.
Gracias al apoyo de muchos vecinos del pueblo y del propio Ayuntamiento, la Consejería de Cultura y Patrimonio, a través de un proyecto llamado "Alba Plata", se está desarrollando una labor de consolidación, investigación arqueológica y recuperación de esta obra arquitectónica, aportando datos interesantes del aspecto original que poseyó el castillo siglos atrás. 
En la actualidad se encuentra en estado de ruina, pero se han consolidado sus muros y torres, reduciendo así el rápido deterioro al que estaba sometido.