UNA INSCRIPCIÓN

“EL DIA 10 DE SEPTIEMBRE DE 1.761 SE ANEGÓ ESTE
CONVENTO Y LLEGÓ EL AGUA HASTA AQUÍ Y SE 
LLEVÓ 66 VARAS DE PARED DE LA CERCA”

En una pared del Convento de Santa Catalina, junto al mercado de abastos, en la localidad de Zafra encontramos un testimonio gráfico en forma de inscripción en piedra sobre un hecho acaecido el 10 de septiembre de 1.761.
La población de Zafra siempre estuvo expuesta  y, numerosas veces castigada, por las riadas de aguas torrenciales provocadas por las fuertes tormentas. Si el caudal fuerte de las lluvias caídas se iniciaban a la altura de la vecina sierra de los Santos, después se precipitaban con violencia ladera abajo, alcanzaban la ciudad y cruzaban por medio de las calles, arrasando a su paso todo lo que encontraban en su camino, tanto en el exterior como en el interior de las viviendas.
Por ese motivo cuando en las tardes del mes de septiembre el bochorno y el molesto calor de los últimos días de verano hacía cubrirse con negros nubarrones los cielos de Zafra, los vecinos se echaban a temblar y con razón. Y no era precisamente este miedo producido por alguna ocasión determinada y aislada, sino que solían repetirse con mucha frecuencia las tremendas circunstancias que lo originaban.
Y esto se debía a que, en un principio, la población carecía de cloacas capaces de canalizar estas tormentas y conducirlas por debajo del suelo de las calles. Más tarde, las construyeron pero éstas resultaron insuficientes en aquellas ocasiones, en las que el agua llovida era superior a la que podían contener sus cauces.
Y  la historia doméstica de esta ciudad abunda en terribles efemérides, que nos hablan de estas inundaciones con la consiguiente secuela de daños que se producían. El torrente desbocado de este elemento solía precipitarse desde la sierra, por los terrenos que hoy ocupa el ferial y cruzando por el actual puente bajo la carretera de Badajoz, se llegaba hasta el antiguo cercado conocido con el nombre de “El Conejal”, donde hoy se levantan el colegio “Pedro de Valencia”, el Ambulatorio y el Cuartel de la Guardia Civil. Allí se remansaba por unos instantes en una extensa charca, pero pronto llegaba a desbordar los muros de su cercado y se introducía en las calles de la población por las de Cerrajeros y Huelva, aumentada su fuerza por la pendiente y desnivel que ofrecen.
El pueblo, durante unas horas, quedaba dividido en dos sectores, mientras que las aguas proseguían su curso tumultuoso por la calle de la Fuente Grande y se lanzaban contra los muros del convento de Santa Catalina. Hasta principios del siglo XIX no se construyó el Mercado de Abastos, y todo su actual terreno formaba parte de la huerta de las vecinas monjas. Una simple tapia la cerraba, y contra esta pared, oponía su poderosa fuerza el caudal desbordado. La iglesia y las edificaciones del mismo convento también se anegaban y las religiosas tenían que ponerse a salvo, subiéndose al coro alto del templo.
Pero la tapia de la huerta monacal no pudo siempre resistir, con las piedras de sus muros, este embate de las aguas y, en alguna ocasión, se derribó con gran estrépito. De esta circunstancia nos podemos enterar si nos detenemos a leer dicha inscripción que todavía hoy se conserva en la parte derecha sobre una piedra de la actual fachada del mercado, colocada a unos dos metros de altura. En ella se dice que hubo una inundación del convento el día 10 de septiembre de 1761, alcanzando el nivel de las aguas la altura de esos dos metros. Se añade, que con la fuerza de la corriente, se derrumbó la pared en la longitud de 66 varas, es decir, más de 50 metros.
El siguiente ejemplo de inscripción es todo lo contrario que la anterior, esta se hizo para dejar constancia de la salida del Santísimo Cristo del Rosario en rogativa para que lloviese.

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