UNA BUJARDA




La arquitectura tradicional ha sido una respuesta a las necesidades físicas y espirituales de un colectivo, de una comunidad, creando unos modelos arquitectónicos originales en razón de su experiencia histórico-cultural y por las adaptaciones ecológicas propias de cada territorio. Y uno de los modelos más singulares de la arquitectura tradicional de Extremadura es el chozo, al ser un excelente ejemplo de adaptación arquitectónica al medio natural, en el que no desentona ni por la escala ni por los materiales que fueron extraídos directamente del lugar y sufrieron pocas transformaciones para su puesta en obra.
En un sentido amplio, se denominan chozos a todos aquellos espacios de habitación permanente o temporal de pastores y campesinos que reúnan   las mínimas condiciones de habitabilidad, a veces ninguna, si los observamos desde la óptica del modo de vida actual.
Son unas construcciones de un alto sentido utilitario; edificios sinceros, exentos de ornamentación, que nos muestran sin pudor su sistema constructivo y donde los materiales utilizados marcan el carácter y definen la forma. En eso reside la profunda verdad de esta construcción rural.
El modelo constructivo del chozo reúne una serie de características que lo han hecho idóneo en el mundo rural: una sorprendente autonomía de ejecución capaz de dar respuesta (y con bajo coste) a las necesidades de proporcionar una habitación temporal o permanente. Y como las tierras y gentes extremeñas, se han desenvuelto en un universo eminentemente rural, el chozo fue utilizado de forma generalizada como habitación permanente o temporal, como albergue o refugio, como almacén o establo.

TIPOS DE CHOZOS EN EXTREMADURA

La tipología de los chozos extremeños responde en su generalidad al siguiente esquema constructivo: edificación de planta circular o redondeada, paredes de piedra levantadas de acuerdo con la técnica de “piedra seca”, de poca altura y escasos vanos, cerradas en unos casos por una falsa cúpula y en otros por una cubierta vegetal o con una techumbre de tejas. También ha existido otro tipo de chozos, los hechos enteramente de materias vegetales y podían ser fijos o móviles, pero debido a los materiales perecederos de que están hechos su prolongación en el tiempo es corta, aunque en algunas localidades se continúan fabricando para determinadas fiestas y eventos culturales.
Por ello según los materiales empleados en su construcción, distinguimos cuatro tipos:

Hechos enteramente de materias vegetales:

Su planta es circular y se levanta formando una estructura cónica o cupuliforme con varas y rollizos de madera, posteriormente se cubre con ramajes u otras materias vegetales que son cosidas al armazón de la estructura, principalmente de escoberas, eneas, juncos o bálago de centeno. 
Los chozos portátiles de estructura trenzada de paja formando una sola pieza cuya particularidad era su utilización para ser transportados, por lo que se llamaban “chozos de muda”.

Paredes de piedra y  cerrados con cubierta vegetal:


Los chozos de este tipo son construcciones de planta circular con paredes de piedra y cubierta vegetal de forma cónica, realizada con rodillos de madera y bálago de centeno o ramajes diversos como escobas, “juncias” y helechos, sostenida acaso por un poste central. Son conocidos por “chozos de horma” porque los muros del habitáculo fueron levantados según la técnica de piedra seca, es decir, piedra sobre piedra sin utilizar ningún tipo de aglomerante para trabarlas.


Construidos íntegramente de piedra:

Son los chozos construidos íntegramente de piedra granítica o
 pizarrosa, que presentan una planta circular o redondeada, cuyas paredes se van cerrando y forman una falsa cúpula por el procedimiento de aproximación de hiladas del mismo material que los muros.




Paredes de piedra y techumbre de teja:

Su esquema constructivo es el siguiente: planta oval o circular y paredes de piedra, adobe o ladrillo. La cubierta se realizaba con un armazón de palos sobre la viga cumbrera que se cubría con tablas, cañizo, escoberas o “ripias” (pequeños palos generalmente de madroñas) y en muchos casos, además, se colocaba encima una gruesa capa de barro para una mayor impermeabilización de la cubierta. Finalmente la construcción era techada con teja curva árabe y  a vertiente de la cubierta podía estar a una o dos aguas. En algunas comarcas, como en La Siberia, se los denomina “chozos de teja” y normalmente todos tenían chimenea. En la pared interior suele haber alacenas empotradas, y generalmente de un solo anaquel, que servían para la colocación de alimentos y cacharros, así como bancos adosados construidos con mampuestos graníticos.
Excavaciones arqueológicas en diversas partes de Extremadura y la  península, como las efectuadas en el yacimiento arqueológico Cabrerizas (La Cumbre, Cáceres) han venido a demostrar  que en Extremadura, hacia finales del III milenio a.C. se había introducido un tipo de construcción a la que puede considerarse como la verdadera precursora de la vivienda agro-pastoril en su acepción constructiva más clásica: el chozo.
Por ello el chozo es, en nuestra tierra, una tradición continuada a lo  largo de los siglos y hasta fechas muy reciente, es un patrimonio que reúne los    criterios que justifican su valor universal excepcional como simbiosis de características culturales y naturales, ya que constituye un sobresaliente ejemplo de ocupación del territorio. El chozo es por tanto un valioso legado cultural de nuestros antepasados, un testimonio histórico del pueblo extremeño y parte del acervo cultural de Extremadura.
De todo lo anteriormente expuesto podemos decir que el chozo forma parte del paisaje rural de las tierras extremeñas, lo encontramos en la sierra y en el llano, en la dehesa y en la vega. Con diferentes nombres y pequeñas variantes arquitectónicas, los chozos existen en todas las comarcas extremeñas: “chozos”, “chozus”, “chozuelos” y “chozas”, en muchas localidades; “chafurdóns”, en Eljas y Valverde del Fresno; “chajurdonis”, en Acebo; “zajurdonis”, en varias poblaciones de la Sierra de Gata; “batucas”, en la comarca de las Villuercas; “bóvedas” y “garnachos”, en el Valle del Ambroz; “bujardas”, en Llerena, Tentudía y otras comarcas de la Baja Extremadura; “bujíos”, en los Llanos de Cáceres y la comarca de Alcántara; “bobias”, en Garrovillas de Alconétar; “corralás”, en Torrequemada y pueblos próximos;”murus”, en Tierras de Granadilla; “torreones”, en Cañaveral; “torrucas”, en la vertiente extremeña de Sierra Morena, etc. En todas las comarcas extremeñas aparece la sempiterna imagen del chozo, siendo por ello, sin lugar a dudas, la construcción rural tradicional más emblemática y representativa de Extremadura.

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